Parmigiano Reggiano DOP

Hay un lugar donde la historia se une al sabor, donde la tradición se transmite de generación en generación como un secreto precioso, y cada gesto encierra la sabiduría de siglos. En este rincón de Italia, entre las colinas de Parma, Reggio Emilia, Módena y parte de Mantua y Bolonia, nace el Parmigiano Reggiano DOP, el queso que ha atravesado los siglos sin perder nunca su valor.

Ya Boccaccio, en su Decamerón, lo evocaba como símbolo de abundancia y placer, imaginando montañas de parmesano sobre las que rodaban macarrones y raviolis. Una imagen poderosa que aún hoy sigue hablando a nuestra imaginación y a nuestro paladar. Porque el Parmigiano Reggiano no es solo un alimento: es un testimonio vivo de la cultura italiana, una forma de belleza para degustar, hecha de leche, fuego, paciencia y silencio.

Cada forma es el resultado de un proceso lento y natural, que sigue los ritmos de la tierra y los animales. Sin aditivos, sin concesiones: solo leche cruda, cuajo natural y sal. Y luego, el tiempo. Mes, a menudo años, en los que el queso reposa, madura, cambia. La pasta amarilla pajiza se seca, se compacta, se enriquece con aromas y matices. Cuanto más largo es el envejecimiento, más profundo y complejo será el sabor: notas de frutos secos, caldo de carne, hierbas del campo. Cada bocado es un descubrimiento.

Hay un Parmigiano Reggiano para cada momento de la vida. El joven, dulce y delicado, que se derrite al primer bocado, es perfecto para una merienda o para realzar un plato de pasta humeante. El más curado, de consistencia granulosa y sabor intenso, se degusta lentamente, quizás con unas gotas de vinagre balsámico de Módena o una copa de vino tinto con cuerpo. Y luego está el que cuenta historias antiguas: el Parmigiano Reggiano Vacche Rosse, elaborado con leche de una raza casi desaparecida, o el Parmigiano Reggiano di Montagna, alimentado con pastos de altura.

Detrás de cada forma hay un quesero, a menudo el mismo desde hace generaciones. Las manos sumergidas en la leche caliente, los ojos expertos, el respeto por un saber que no se aprende en los libros. Está el aroma del heno en verano, el sonido del cobre al calentarse, la espera silenciosa de la maduración en los almacenes. Y hay una promesa: la de ofrecer un queso artesanal, auténtico, íntegro, reconocible al primer bocado.

Cuando se elige el Parmigiano Reggiano DOP, se elige mucho más que un queso italiano. Se elige un patrimonio cultural, una garantía de calidad certificada, un pedazo de Italia que se convierte en sabor. Por eso lleva siglos acompañando nuestras mesas, nuestros rituales cotidianos y nuestras fiestas. Es el sabor de casa, del tiempo bien empleado, de la tradición quesera italiana y de las cosas hechas como antes.